Época: Hispania republicana
Inicio: Año 237 A. C.
Fin: Año 30 D.C.

Antecedente:
Conquista romana y resistencia indígena



Comentario

Con la entrada de Sila en Roma (83 a.C.), renacen los peores sentimientos de los optimates a quienes no les bastaba ya con controlar el poder y suprimir muchas de las medidas llevadas a cabo por los populares. Su acción política va orientada a la eliminación física de toda la capa dirigente de los populares. Por la ley Valeria del 82 a.C., el Senado puso en manos de Sila todos los resortes del Estado. Sila fue nombrado dictador con poder legislativo y constituyente, dictotor legibus perferendis constituendaeque reipublicae. Con tales prerrogativas, tenía la autoridad plena para elaborar las listas de proscritos: cualquier inscrito en tales listas podía ser asesinado sin juicio previo.
Un destacado miembro de los populares era Sertorio. Apartado del consulado, había recibido el encargo del gobierno de la Hispania Citerior, pero, cuando se dirigía a su provincia, se entera de que Sila lo ha destituido nombrando a otro gobernador en su lugar (año 81). A partir de ese momento, Sertorio se erige en el representante de la oposición al régimen silano.

Sertorio había demostrado buenas dotes militares luchando contra los cimbrios. Tenía conocimiento de los pueblos de Hispania desde que, en el año 90, había estado ejerciendo de cuestor subordinado al gobernador Tito Didio. Desde este conocimiento de las potencialidades militares de los dos campos, sabía que, a pesar de derrotar a las tropas de Salinator nada más llegar a Hispania, no podría resistir nuevos enfrentamientos con un reducido número de soldados y partidarios políticos que le seguían. El mismo año 81, Sertorio embarca en Cartagena hacia el territorio del actual Marruecos, que se mantenía independiente de la autoridad romana. Su estancia en Mauritania le sirve para incrementar el número de seguidores y para buscar apoyos en las poblaciones de Hispania.

El año 80, Sertorio vuelve a la Península Ibérica contando ya con la alianza incondicional de los lusitanos. En breve, se convierte en el refugio de muchos populares huidos de la persecución silana. Poco más tarde, dispone también de la ayuda de los celtíberos y de otras comunidades de Hispania.

Las dotes militares de Sertorio son reconocidas incluso por la historiografía menos favorable a su persona. Combinó las tácticas del ejército legionario romano con las de la lucha de guerrillas practicada por los lusitanos, eligiendo una u otra modalidad según las condiciones del medio físico y el volumen de tropas del enemigo. Ahora bien, como le sucedió a Aníbal y a otros grandes generales, sus éxitos fueron empañados por la torpeza de sus lugartenientes.

Durante los años 77-78, las tropas de Sertorio obtienen victorias importantes frente a Metelo, gobernador de la Ulterior. El relato de las acciones bélicas permite conocer el escenario de los enfrentamientos: Olisipo (Lisboa), Lacobriga (Lagos, cerca del Cabo de San Vicente), Consabura (Consuegra, Toledo) y también Ucubi (Espejo, Córdoba). La amenaza sertoriana conduce a que Cecilio Metelo intente crear una frontera de protección de la Bética con la fundación de asentamientos militares que llevan su nombre: Metellinum (Medellín), Castra Caecilia (cerca de Cáceres), Vicus Caecilius (junto a Puerto de Béjar) y Caeciliana (al suroeste de Lisboa).

Los éxitos iniciales de Sertorio le llevan a orientar las acciones bélicas al territorio celtíbero buscando, a la vez, el impedir que las tropas silanas de Pompeyo desde la Citerior y las de Metelo desde la Ulterior se unieran y llevaran una acción coordinada. Así, sabemos de brillantes resultados militares de Sertorio obtenidos en Uxama (Burgo de Osma), Clunia (Coruña del Conde) y Calagurris (Calahorra). Y en los años 77-75, Sertorio pone sitio a Caracca (¿Taracena?, Guadalajara) y a Contrebia (Daroca, junto al Biloca).

Pero mientras se desarrollan las actividades bélicas, los silanos y el propio Sertorio mantienen paralelamente una intensa actividad política con el fin de atraerse cada cual al mayor número de partidarios. Para los silanos, la muerte de Sila el año 78 les va a ofrecer la coyuntura para aislar progresivamente a Sertorío. El cónsul del año 78, M. Emilio Lépido, a pesar de una fuerte oposición, consigue desmontar gran parte de las medidas más brutales de Sila, pues permitió el regreso de los exiliados por Sila, restituyó tierras tomadas a los itálicos y reconoció de nuevo la autoridad de los tribunos de la plebe, la magistratura que había servido de apoyo para la defensa de los intereses de los populares. Aunque Pompeyo recibió el encargo de frenar la actividad de Lépido, no cambió lo sustancial de sus medidas políticas.

A los mismos años 87-77 se atribuyen las intensas actividades diplomáticas de Sertorio. Con los mejores de los exiliados organiza en Hispania un Senado con el objetivo de crear un régimen paralelo al de Roma, un gobierno en el exilio, destinado a sustituir al Senado romano controlado por los optimates prosilanos. Pues Sertorio no pretendió nunca separar a Hispania de la obediencia de Roma sino apoyarse en las potenciales de los hispanos para desbancar a los grupos dominantes en Roma. Por otra parte, tomó un conjunto de medidas destinadas a estrechar los vínculos con las poblaciones de Hispania. Así, por primera vez, sus tropas no son dispersadas en guarniciones por las ciudades durante el invierno en que se paralizaban las acciones bélicas, atendiendo con ello a una aspiración profundamente sentida por los hispanos. Otra de sus actividades diplomáticas se orientó a propiciar la integración cultural de los hispanos: en Osca (Huesca) creó una escuela a la que eran enviados los hijos de ilustres familias hispanas para recibir una educación romana. El propio Sertorio inspeccionaba personalmente esta experiencia educativa que, además de ser bien vista por los hispanos, cumplía la función de servir para mantener más segura la fidelidad de los mismos que tenían a sus hijos como rehenes bajo la apariencia de encontrarse en proceso de formación. El éxito de la política de Sertorio se testimonia bien cuando comprobamos que muchos hispanos lo habían aceptado como a su jefe y se habían consagrado a él para defenderlo con su propia vida (devoti).

Entre los años 76-73, las medidas políticas de Lépido y el reforzamiento de la unidad de acción de Pompeyo y de Metelo comienzan a dar sus frutos. Así, Hirtuleyo, lugarteniente de Sertorio, sufre dos derrotas en el 75 luchando contra las tropas de Metelo. Sertorio comienza a perder la iniciativa y no dispone del potencial económico de sus enemigos. Mientras Sertorio controla Sagunto y Valencia, espera ayuda de Mitrídates, rey del Ponto y uno de los enemigos mayores de la expansión romana por Asia Menor. Esta búsqueda desesperada de ayudas exteriores, unida a los efectos de las primeras medidas antisilanas de Lépido, van resquebrajando las fidelidades romanas hacia Sertorio. Y así, en el año 74, Cauca (Coca, Segovia) es tomada por Pompeyo quien, en cambio, no consigue adueñarse de Pallantia (Palencia); por otra parte, Metelo toma Bilbilis (Calatayud, Zaragoza), Segobriga y otros núcleos urbanos menores por más que Sertorio pueda seguir manteniendo el control de Calagurris. El año 73, sólo le quedan a Sertorio, Ilerda, Osca, Calagurris y la ciudad costera de Dianium (Denia, Alicante). El mismo año, Sertorio muere a manos de sus colaboradores más estrechos. Los asesinos de Sertorio sabían que contaban con una nueva realidad política en la nueva ley conocida como Lex Plautia de reditu Lepidanorum, por la que quedaban amnistiados todos los partidarios de Sertorio . Con el asesinato de Sertorio se probó una vez más que muchas fidelidades humanas no son nada sólidas si un tercero sabe cómo comprarlas.

Tras el episodio de la Guerra Sertoriana, no se produjeron bruscos cambios en las comunidades hispanas. Ahora bien, para muchas de ellas, la coparticipación tan estrecha en las luchas internas de los bandos políticos romanos sirvió de instrumento para una aceleración del tiempo histórico. Algunos campamentos militares creados durante estos años se trasformaron en ciudades: las fundaciones de Cecilio Metelo y la de Pompeyo en Pompaelo (Pamplona) son testimonios elocuentes. Otras ciudades se acercaron a la romanización a través de la integración de sus hijos menores en la cultura romana o simplemente por medio de alianzas y contactos con los romanos de uno u otro bando. La guerra fue aprovechada por Pompeyo para establecer sólidos vínculos de patronato con otras muchas.